jueves, junio 21, 2007

Una sonrisa entre los pétalos caídos

Me hubiera gustado que la risa hubiera invadido mi vida con la insistencia del sol del medio día que se introduce sin más hasta en los cuartos olvidados, pero la risa en mi vida ha sido más una añoranza que una vivencia continua. Y me refiero, claro está, a la risa que es experiencia vital, a esa risa que purifica el espíritu y nos hace volar.

Naturalemente, no me refiero a la risa ventrílocua, propia de los seres falsos o dolorosamente vacíos. JA,JA,JA... la boca se abre mostrando una dentadura completa, que hace imaginar que no se está frente a una persona sino ante una dentadura postiza que se carcajea sola como si tuviera existencia propia. Naturalmente, no me refiero a ningún tipo de risa muerta.

Debo decir que valoro la risa no sólo porque me ha sido más bien esquiva, sino porque gracias al Zen he comprendido que es una expresión sabía frente a la estupidez humana, ante la soberbia del hombre, ante las miles de incongruencias que orondas se pasean por el mundo en este siglo XXI. Y viene a mi mente la sonrisa del Dali Lama, y me sonrío, y me alegra pensar que haya seres como él, con tiempo para la risa.

Recuerdo haber leído que en la Edad Media era objeto de discusión, entre "grandes hombres", el dilucidar cuántos ángeles cabían en la cabeza de un alfiler. Escuchar semejante estupidez arranca lo menos una sonrisa complaciente ante tal adefesio, pues se considera que pertenece a la infancia del hombre. Es una etapa ya superada, dirán no pocos. Y yo me pregunto: ¿Será que sí? y me sonrío mientras contemplo los pétalos cayendo sobre la mesa...