domingo, junio 25, 2006

Pincelando los rostros de la muerte




Aniquilación

La muerte es para muchos seres humanos la más terrible de las experiencias en cuanto representa el fin de nuestra existencia terrena y nos aparta de todo aquello que amamos; dejamos de ser lo que fuimos sin concesión alguna. Es el fin del fin. Nada queda detrás de la puerta de la muerte.


Inexorabilidad


Nadie se libra de la muerte. “La muerte es lo único seguro en la vida escuché decir a mis mayores”. Nadie puede escapar de la muerte nos dice el Dhammapada:

Ni en el cielo
ni en medio del mar
ni en las montañas
--¡en ningún lugar!
Te puedes esconder de tu muerte.


Nivelación

La muerte tiene el don de igualar a los hombres, pues llega a poderosos y humildes sin hacer distinción alguna; doblega a los intocables con su enigmática presencia. Allana las diferencias humanas como un tractor omnipotente.

Quevedo nos dice al respecto:

¡Qué mudos pasos traes, oh, muerte fría,
Pues con callado paso todo lo igualas!


Regocijo


Todas las personas creyentes en alguna forma de existencia más allá del mundo terreno no deberían sentir desolación ante la muerte si de verdad creyeran pues de la muerte terrena germinaría otra forma de existencia espiritual, pero son pocos los que muestran serenidad, y excepcionales quienes incluso desean la muerte. Santa Teresita del Niño Jesús añora la muerte porque conduce a la Presencia Divina… San Juan de la Cruz ve en la muerte el comienzo de una vida plena según lo expresa en su poema “Coplas del alma que pena por ver a Dios”. Recordemos una estrofa:

Esta vida que yo vivo
es privación de vivir
y así , es continuo morir
hasta que viva contigo;
oye, mi Dios, lo que digo
que esta vida no la quiero;
que muero porque no muero.


Tragedia

Cuando perece un niño, un adolescente o un adulto joven, la muerte es una fatalidad humana. Tantas promesas, tantos proyectos pendientes, tantos sueños que se disolverán en la nada… Quienes conocimos a esas personas nos sentimos compungidos por su inoportuna partida; sentimos su partida como una incomprensible injusticia de la vida.


Escapatoria

Cuando la vida se vuelve intolerable por circunstancias abrumadoras que se tienen que enfrentar –enfermedad, soledad, agresiones, deudas, injusticias…--y siendo la fuerza interior insuficiente, la muerte por voluntad propia se convierte en una puerta de salida… ¿Cómo se tiene uno que sentir para tomar tal opción? ¿Puede el mundo que nos rodea llegar a ser tan inhóspito?... Definitivamente sí, de lo contrario no se cometería semejante agresión contra no mismo.


Aceptación


La muerte es parte de un proceso vital que hemos de recibir con sabiduría. Quien nace deberá morir. La vejez o la enfermedad ya presagian su presencia que se manifestará cuando Dios disponga. Sólo Él es dueño de la vida. Sólo Él sabe el momento:

Tus ojos vieron mi cuerpo en formación;
Todo estaba escrito en tu libro.
Habías señalado los días de mi vida
Cuando aún no existía ninguno de ellos.(Salmo 139, 16)


Quienes tienen la sabiduría para aceptar la vejez y no buscan una juventud postiza, seguramente tendrán la sabiduría para aceptar la muerte cuando les toque y para enfrentarla lo mejor posible vivir en paz con los demás hombres y con uno mismo.



Para finalizar, creo pertinente compartir el siguiente poema, que también escribí hace como unos siete años. Por supuesto le acabo de hacer algunos ajustes:





Sin deudas




Cuando el ocaso me llegue

como una burbuja de agua
en el borde del silencio

entre palmeras azules y nubes casi transparentes

entre estrellas de muerte
y nardos como risas blancas

Quisiera estar a paz y salvo
con las gotas de rocío

contigo

y con la brisa verde



Cuando el ocaso me llegue

como un girasol de corazón negro
sin un pétalo de oro encendido

entre montañas de piedra y helechos fosforescentes

entre mariposas de luna bordadas de llanto blanco

Quisiera estar a paz y salvo
con las sonrisas de un niño
con Dios y las hormigas rojas

pero por sobre todo

quisiera estar a paz y salvo

conmigo misma.











jueves, junio 15, 2006

La noche

Hace siete años cuando escribí este poema, que hoy reproduzco, escribía con la esperanza de encontrar reconocimiento a través de la palabra. Hoy escribo o reescribo exclusivamente como una forma de crecimiento espiritual. Tan sólo quiero lanzar mis voces al viento, pues aunque nadie las lea, sé que quedarán inscritas en el universo así como queda impreso cada acto humano. No los actos enunciados al mundo por los hombres en busca de beneficios, sino los que realmente se realizaron.

El reencuentro con este poema, significó una nueva interacción con la palabra, pero lo esencial quedó tal como lo concibí esa noche, que no fue la "noche de las noches" mencionada por Borges... Fue una simple noche.



Noche de lluvias


Era una lluvia menuda

¡Quién lo creyera!

tenía la fuerza de una tristeza indomable

Traía a mi cuerpo


el aroma de nardos
y la frialdad olvidada

ya casi perdida


en los meandros de mi alma
en los abismos humanos

Era una lluvia menuda

que caía

a cántaros diminutos...



Llovía

como si fuera el final del mundo

pero

era una lluvia menuda

que traía a mi mente

los versos de Heine

sus estalactitas de hielo
sus encajes de bruma
sus rumores de brujas y mariposas heridas...

Se escuchaba el llanto de mi alma

que se hundía en la tierra

como una flecha de rayos.



Era una lluvia
con rumores de piedra

que rompía
los cristales del Alma Infinita

y me enfrentaba

a un desierto de furias y volcanes dormidos

a dinosaurios de piedra y lenguajes dorados

Símbolos sí
címbalos no

y el mensaje se abre...



Era una lluvia de nardos

sobre una almohada de plumas en el silencio de hiedras...

Y viajé con Morfeo

y deambulé con mis muertos

y viajé con Virgilio

por nueve milenios de círculos interminables...


Era una lluvia menuda

con aromas lejanos y voces heridas

que me impedía gozar de un sueño mullido

pero

ya estaba dormida...



Mas
llegó el Silencio transparente

de ángeles y arcángeles

que retornaban al mundo al nacer el nuevo milenio...

Aleluya, aleluya

por fin hay paz en mi alma

y mi cuerpo reposa

con la placidez de una niña en las sábanas blancas...